"El mayor miedo del ser humano es no pertenecer"
Ricardo Cortés
Si una de las mayores y más
profundas necesidades del ser humano es reproducirse, su mayor miedo es no
poder hacer parte de algo, por eso quizá su afán de reproducirse, porque asegura
la pertenencia de su especie.
Desde antes de nacer, en el
vientre de mamá, ya pertenecemos, no conscientemente, pero a nivel inconsciente
ya hacemos parte de algo, ¿de qué? Pues de mamá y sus emociones, sus
sentimientos, su memoria. Ahí podemos sentir algo de seguridad a pesar de los conflictos que mamá genere, pero no es por mucho
tiempo, pasados unos meses salimos y nos encontramos con la antítesis de la
seguridad, el mundo exterior. Comenzamos entonces a generar ese miedo primario,
ese terror inconsciente a no pertenecer, ¿a qué? a algo, lo que sea que nos
devuelva esa “seguridad” perdida, porque antes de querer reproducirnos lo que
buscamos es sobrevivir, o por lo menos así lo entiende nuestro cerebro y nuestra
mente no consciente, y ese sentido arcaico nos lleva a buscar esa sensación de
pertenencia. Y de esa manera nos unimos a nuestro clan, a los nuestros, a sus ideas y a
su manera de ver el mundo, a su manera de experimentar la vida. Ya pertenecemos,
ya estamos seguros, eso sí, sin importar el precio. Y así continuamos
intentando pertenecer a algo, casándonos con ideas que vamos encontrando en
nuestro camino, ideas que de preferencia validen en parte nuestra pertenencia
al clan, a nuestra familia. Y seguimos y cultivamos ideas, creencias, maneras
de ver y reaccionar ante el mundo, y así mismo nos “estrellamos” continuamente
porque siempre vamos a encontrar a otros que se casaron con ideas diferentes, y aumentamos el nivel de pánico y la necesidad de pertenencia.
Pero ¿y cuál es el problema
con pertenecer? Que si no somos conscientes de ello y nos casamos con esa
pertenencia y sus ideas, nos
limitamos, nos llenamos de miedo y vivimos desde el miedo haciéndonos el mundo más
“pequeño e inseguro”. El problema no es pertenecer, tener una idea, el problema es ligarse a ella
de por vida.
Queremos ser libres, pero
buscamos de mil maneras las barreras que nos lo impiden.
Somos seres cíclicos, todos, no solo las mujeres, cambiamos constantemente, el cuerpo, el cerebro mismo hace conexiones diferentes
cada momento, por eso no es el mismo de ayer, las células mueren y nacen otras
nuevas, nuestra fisionomía cambia así como cambia todo en la naturaleza, de la
cual somos parte solo que a veces la consideramos algo independiente de
nosotros, somos energía viva, en movimiento, no estática, no muerta ¿entonces
porque empeñarnos en volvernos inalterables? ¿Por qué si nuestro cuerpo y
nuestro entorno cambian constantemente tenemos que negarle esa posibilidad a
nuestra mente y nuestros pensamientos? ¿Acaso no son parte de nosotros como
nuestro cuerpo?, y la respuesta es por miedo, terror a salir de una repetición estéril
y entrar en nuestra esencia creativa como anotaría Alejandro Jodorowsky.
Y ahí es cuando disfrazamos
esa libertad tan anhelada con máscaras que llamamos dogmas, creencias, visiones
sobre el mundo y posiciones radicales sobre la vida. Queremos ser libres pero
nos atamos una cadena y un grillete a nuestros pies con ideas pre concebidas,
con prejuicios y con VERDADES, porque nos encanta ser poseedores de la verdad.
¿Porque no nos permitimos ser
unos hoy y mañana otros? ¿Por qué lo que hoy pensamos lo tenemos que grabar en
piedra? quizá para luego sentir que hay algo que nos puede traer un beneficio en este
afán de libertad y sentirnos mal porque ante todo, incluso antes de nuestro
bienestar, está la estéril lealtad que juramos a nuestros ideales por miedo a
nosotros mismos, por miedo a aceptar nuestra naturaleza cíclica y cambiante.
Intentemos por un día no
casarnos con nuestras ideas, con la visión que tenemos de las cosas a ver qué
pasa.
¿Será que nos descargamos un
poco?, ¿será que nos aligeramos?, ¿será que chocamos menos con nuestro entorno?,
¿será que al menos por un día nos sentimos realmente libres?
Quizá sea eso lo que pase, quizá
no, pero por un día nos habremos permitido ser uno con nuestra naturaleza cíclica,
por un día habremos salido del miedo insano, por un día al menos antes de
partir habremos experimentado ese sentimiento de unidad con el todo que tanto
buscan las filosofías antiguas, por un día habremos dejado de lado los conceptos que intentan definir,
limitar lo que es espiritualidad y nos habremos reconocido como parte viva de
la naturaleza. Pero esto no lo propongo como un tema social de inclusión,
aunque pueda servir no es mi intención, es algo que va mucho más allá de ello,
no es que por un día estemos de acuerdo con las ideas de los demás, pues siento
que así volvemos a caer en lo mismo, volvemos a caer en mandar hacia afuera la
responsabilidad propia, no, no es estar de acuerdo con todo y todos, es por un día
estar en desacuerdo con nosotros mismos, con nuestras ideas y nuestros juicios.
No es que por un día seamos otros, porque volveríamos a definirnos a
limitarnos, es que por un día no seamos nosotros.
No busquemos la libertad, que
para mí es sinónimo de espiritualidad, en la limitación, en definiciones y
conceptos, es más, no la busquemos, solo permitámosle su expresión.
Este articulo responde a una
idea propia no a una verdad, una idea que tengo hoy y que espero usted encuentre
más adelante refutada por mi mismo en un articulo diferente.
No nos casemos con nuestras ideas ideas.
Luis Giovanni Castañeda Ramírez
Terapeuta Transpersonal
Sesiones terapéuticas, charlas
y talleres con un sentido psicológico y espiritual