lunes, 10 de noviembre de 2025

El famoso y mal interpretado Despertar Espiritual

Desde una mirada esotérica de la espiritualidad, despertar es una necesidad, y también una obligación, y al mismo tiempo algo inevitable. Es un duelo. Es una dolorosa transformación, una llama que no calienta sino que quema, una luz que no ilumina sino que, paradójicamente, ciega. Es como abrir los ojos en la mañana y encontrarse de frente a un enorme reflector que te los hace cerrar pero que no te deja volver a dormir. Es un exceso de claridad; profunda, radical, abrumadora. Es incómoda porque, realmente, no queremos ver tanto. Te trae desencanto, no acomodo.
Es el comienzo del recorrido de la última parte del camino, los últimos escalones.
El despertar espiritual no es un proceso agradable, pero es verdaderamente esperanzador.
Para el espíritu, y su versión superior, el alma, "estar bien" en esta dimensión de consciencia que llamamos vida, no es una evidencia de despertar. Puede ser un medio útil para tal fin pero no va más allá, no es el objetivo. La vida, como la concebimos, es un hábitad óptimo para el cuerpo físico, emocional, y mental, pero es un terreno, que aunque necesario, es enfermizo para el alma.
Así que si piensas que estás despertando por el solo hecho de pensarte y pensar a los demás como esferitas de luz rosada, quizá lo que estás haciendo es adornar tu sueño.

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