Una abeja reina hace lo que tiene que hacer, una abeja obrera también,
entre las hormigas pasa igual, las plantas crecen cuando, cuanto y en donde
deban hacerlo, un perro es un perro y un gato un gato, por donde miremos en la
naturaleza no hay pretensiones. Nacer,
crecer, comandar una manada, cazar, marcar un territorio, alejar a un
enemigo o pelear por reproducirse no pueden, desde mi punto de vista,
considerarse como pretensiones, simplemente son acciones manifestadas desde una
posición clara, desde un objetivo, inconsciente quizá, de avance, evolución,
desde la necesidad de aportar a una gran obra que quizá este ávida de nuestra
mano.
Pero nosotros pasamos la vida pretendiendo, pretendiendo ganar por
ganar, llegar al éxito profesional o económico, acumular, sea cosas o
conocimientos , pasamos la vida queriendo llegar a la cumbre, pero cuando
llegamos no la vemos, nuestro ego no la deja ver, porque siempre nos va a decir
que necesitamos más, que esa no es la cima, que aún falta mucho por tener,
ganar, acumular, pasamos la vida creyéndonos un cuento que nosotros mismos nos
contamos en donde nos decimos que somos el gran aporte, cuando somos los
últimos en la fila para hacerlo. Aun así podríamos aportar, pero para ello
tendríamos que renunciar a esa falsa “condición superior” que nosotros mismos
nos asignamos y que al final de cuentas lo único que hizo fue separarnos, pero
aun así seguimos teniendo chance, aun así podemos hacer nuestro aporte, ¿Cómo?,
ocupando el lugar que nos corresponde, sin juzgarlo, sin pretenderlo, sin
querer hacerlo mejor, o más grande, o sin querer obtener a cambio lo que ese
lugar no nos va a dar nunca, solo vivenciándolo, experimentándolo, tratando de
comprenderlo, ocupándolo, nada más, creo que ahí está una gran clave, una de
las claves terrenales para toda infelicidad e insatisfacción. Solo observemos
nuestro entorno, nuestra vida presente, esa que obtuvimos gracias a nuestro “pasado”,
eso que somos y tenemos hoy es lo justo,
es lo que debemos tener y lo que debemos ser, eso que hoy vemos, probamos,
tocamos, escuchamos, pensamos, eso es lo que nos da un lugar, y aceptarlo es lo
que nos puede liberar, pero nos da miedo, nos atemoriza porque desde pequeños
nos dijeron que nuestro lugar siempre va a estar más allá del que estamos
ocupando, y nos enredamos con ese cuento, no lo entendimos, no lo comprendimos
y así pasa que tenemos un trabajo y queremos uno mejor, ganamos un sueldo y
queremos un mejor, tenemos una pareja y queremos una mejor, compramos una casa
y queremos una mejor, tenemos hijos y queremos más a ver si de pronto nos
quedan mejor, nunca estamos satisfechos y nunca lo vamos a estar mientras, como
cada hormiga o abeja, no aceptemos nuestro lugar, no aceptemos que ocupamos un
espacio y que ese espacio, desde el mismo, sin pretensiones, ya hace un aporte,
una labor, y que aceptar el lugar que en el momento nos corresponde nos va a
dar la posibilidad de generar, sin lucha ni esfuerzo, un cambio de perspectiva
con respecto a la vida, pues no se trata de que no podamos avanzar en la metas
que nos planteamos, se trata que estamos acostumbrados a querer avanzar hacia
esas metas sin siquiera vivir y aceptar la que ya hemos conseguido, es como
querer subir un escalón sin disfrutar ni agradecer el que nos está sirviendo de
apoyo. Queremos que la vida esté de nuestro lado pero todo el tiempo vamos en
contra de ella.
Aceptemos que mientras queremos tomar la pelota con las manos, la
pateamos con el pie, aceptemos que, en este medio, en este plano material de
consciencia, ocupamos un espacio y ejercemos una labor, aceptemos que si
ocupamos nuestro lugar dignamente vamos a eliminar tensión, angustia,
insatisfacción, y que si eso pasa, vamos por fin a aceptarnos por lo que somos,
pedazos de un dios que necesita volverse a integrar para dar un paso más,
¿hacia dónde?, no sabemos, pero de lo que si podemos estar seguros es que para
dar ese paso, necesitamos realmente aceptar los zapatos que estamos calzando.
Mientras fluyan nuestros procesos, continuémoslos, cuando se estanquen
soltémoslos, tomemos ese lugar para poder generar un cambio, no va a ser eterno
porque la impermanencia nos rige, pero aceptémoslo por ahora, sin lucha, sin
tensión, sin sentirnos frustrados,
porque ese lugar que acabamos de obtener, no es ni más ni menos de lo que
deberíamos estar viviendo, y observémoslo para que veamos como aporta.
Y por favor, comprendamos esto, no tomemos esta idea como conformismo
o resignación, no, la idea es avanzar desde la aceptación, no desde la tensión.
La única forma para que usted llegue a un punto determinado es que primero se dé
cuenta de cuál es el punto en el que esta, usted no puede llegar a Paris si
primero no sabe, reconoce, y acepta que está en América, de lo contrario ¿Qué
vuelo tomaría?, ¿Cuál sería la ruta adecuada?, así mismo pasa con cualquier
objetivo en la vida, o cualquier situación difícil que se le presente y de la
cual quiera salir, si no reconoce quien y que es lo que hace en este punto de
su vida, difícilmente va a poder llegar a donde necesita.
Cuando no aceptamos lo que es, vamos en contra del momento presente, y
cuando hacemos esto vamos en contra de la vida, porque esta solo consiste en
este momento, nada más, y al ir en contra de la vida y no fluyendo con ella,
¿que podríamos experimentar?, pues dolor, insatisfacción, frustración, etc.
La aceptación no significa que no podamos cambiar las cosas internas que
necesitamos cambiar, la aceptación significa que aceptamos la vida y que le
decimos que no estamos contra ella.
Vivamos el momento que estamos viviendo, sin juicios, sin etiquetas,
sin condicionamientos, solo aquí en el presente, pues no hay más, el resto hace
parte de nuestra imaginación.
Este texto está inspirado en las enseñanzas de Eckhart Tolle y su idea
de aceptación del presente como fuente de unión con nuestro espíritu.
GIOVANNI CASTAÑEDA
Terapeuta Transpersonal
No hay comentarios.:
Publicar un comentario